martes, 1 de marzo de 2011

El horror de la situación

caminamos como fantasmas; ninguno de nuestros actos es fruto de una voluntad deliberada. Todos nuestros gestos tienen algo brusco e inarmónico. No prestamos ninguna atención a las cosas, no nos conmueve la textura del papel ni el frescor de un vaso, y nos cruzamos como fantasmas de caras machacadas cuyo esqueleto torcido cruje bajo la carne. Estamos escuálidos, deformados, pudriéndonos. Vestimos sin elegancia harapos absurdos. Y pensamos. Pero no , las imágenes dan vueltas en nuestra cabeza, los RECUERDOS, las ideas fijas. Si aún suponemos qe pretendemos ser felices, nuestra felicidad es la del gusano q se revuelca en un fango espeso. A veces, en la noche de nuestra conciencia, se encienden algunos chispazos, nos sobrecoge un vértigo y nos apresuramos por olvidarlos. NO TENEMOS AMOR O RESPETO POR LA TIERRA ni por el cielo, utilizamos las cosas sin ver qe las maltratamos. Entramos en un restorán y miramos comer a los hombres y mujeres q rugirían si por un momento se les denegase la conciencia. Los tenedores y las cucharas suben hacia las bocas qe se abren maquinalmente. saben al menos lo qe tragan?
Ora a una hoja,
Ora a una raíz,
Ora a un químico
Ora a un trozo de animal muerto.
Basta con q sea “bueno”, y ni siquiera eso; q sea comestible, carne descompuesta cocida y recocida en aceites añejos penetran en el estomago. Qe aqel qe pretenda acceder a la conciencia astral tenga al menos el pudor de no engullir su plato como un animal. En ese momento quizás yo podría creerle-
Al menos al principio, el trabajo interno tiene como meta permitirnos escapar de este estado de hipnosis. Cuando sé qe aquí y ahora, yo soy Yo, no puedo mantener por más tiempo malas relaciones con las cosas. Existen otros menos accesibles que sólo un conocimiento “eseral” y no intelectual del sistema puede permitirnos concebir

Cerré mis ojos y se abrió el mundo

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