sábado, 5 de marzo de 2011

Y lanzarme al vacío verbal



Se consideraba una persona perfectamente normal. Su decisión de morir se debía a dos razones muy simples, y estaba segura de que si dejaba una nota explicándolas, mucha gente la comprendería.
La primera razón: todo en su vida era igual y, una vez pasada la juventud, vendría la decadencia, la vejez le dejaría marcas irreversibles, llegarían las enfermedades y se alejarían los amigos. En fin, continuar viviendo no añadía nada; al contrario, las posibilidades de sufrimiento se incrementaban notablemente.
La segunda razón era más filosófica: Ella leía la prensa, miraba la televisión, estaba informada de lo que pasaba en el mundo. Todo staba mal, y a ella le era imposible remediar aquella situación, lo que le daba una sensación de inutilidad total.
Un día me canso de oírles repetir siempre lo mismo y, para contentarlos, me caso con un hombre a quien yo misma me impongo amar. Ambos terminaremos encontrando una manera de soñar juntos con nuestro futuro, la casa de campo, los hijos, el futuro de nuestros hijos. Haremos mucho el amor el primer año, menos el segundo, a partir del tercero quizás pensaremos en el sexo una vez cada quince días y transformaremos ese pensamiento en acción apenas una vez al mes. Y, peor que eso, apenas hablaremos. Yo me esforzaré por aceptar la situación, y me preguntaré en qué he fallado, ya que no consigo interesarlo, no me presta la menor atención y vive hablando de sus amigos como si fuesen realmente su mundo. Cuando el matrimonio esté apenas sostenido por un hilo, me quedaré embarazada. Tendremos un hijo, pasaremos algún tiempo más próximos uno del otro y pronto la situación volverá a ser como antes. Entonces empezaré a engordar como la tía de la enfermera de ayer, o de días atrás, no sé bien. Y empezaré a hacer régimen, sistemáticamente derrotada cada día, cada semana, por el peso que insiste en aumentar a pesar de todo el control. A estas alturas, tomaré algunas drogas mágicas para no caer en la depresión y tendré algunos hijos en noches de amor que pasan demasiado de prisa. Diré a todos que los hijos son la razón de mi vida, pero, en verdad, ellos exigen mi vida como razón. La gente nos considerará siempre una pareja feliz y nadie sabrá lo que existe de soledad, de amargura, de renuncia, detrás de toda esa apariencia de felicidad. Hasta que un día, cuando mi marido tenga su primera amante, yo tal vez protagonice un escándalo como la tía de la enfermera, o piense nuevamente en suicidarme. Pero entonces ya seré vieja y cobarde, con dos o tres hijos que necesitan mi ayuda, y debo educarlos, colocarlos en el mundo, antes de ser capaz de abandonar todo. Yo no me suicidaré: haré un escándalo, amenazaré con irme con los niños. Él, como todos los hombres, retrocederá, dirá que me ama y que aquello no volverá a repetirse. Nunca se le pasará por la cabeza que, si yo resolviese realmente irme la única elección posible sería la casa de mis padres, y quedarme allí el resto de la vida teniendo que escuchar todos los días a mi madre lamentándose porque perdí una oportunidad única de ser feliz, que él era un excelente marido a pesar de sus pequeños defectos y que mis hijos sufrirán mucho por causa de la separación. Dos o tres años después, otra mujer aparecerá en su vida. Yo lo descubriré (porque lo veré o porque alguien me lo contará), pero esta vez fingiré ignorarlo. Gasté toda mi energía luchando contra la amante anterior, no sobró nada, es mejor aceptar la vida tal como es en realidad y no como yo la imaginaba. Mi madre tenía razón. El seguirá siendo amable conmigo, yo continuaré mi trabajo, con mis sándwiches en la plaza del teatro, mis libros que nunca consigo terminar de leer, los programas de televisión que continuarán siendo los mismos de aquí a diez, veinte o cincuenta años. Sólo que comeré los sándwiches con sentimiento de culpa, porque estoy engordando; y ya no iré a bares, porque tengo un marido que me espera en casa para cuidar a los hijos.A partir de ahí, todo se reduce a esperar a que los chicos crezcan y pensar todos los días en el suicidio, sin valor para llevarlo a cabo.
Un buen día, llego a la conclusión de que la vida es así!, de que es inútil rebelarse, de que nada cambiará. Y me conformo.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Epitafio de una vida.


Aquí Yace Carolina Osorio; vivió diecinueve años sobre la tierra y a partir de su vigésimo y último ciclo se dedico a morir pobremente, previo a eso presencio un terremoto, un par de accidentes y no la mato la porcina, no vió grandes a sus nietos pues ni siquiera tuvo hijos menores y amó, amó, amó con la proeza infantil de un niño, odió y se entrego al capitalismo imbécil y burócrata de esta sociedad, pero aborreció al peón canalla qe no lucho por cambiar las cosas —juzgaba a los demás según el espíritu y la esencia dejando de lado los envases—Después de haber gastado electricidad y pantalones, sudando terror, ternura, pena y locura tomo una decisión considerando q llegaba al fin de sus tiempos, la consumió la agonía, su invasión y deseo de naufragio, de inundación tremenda bastaron para que un día de la nada cayera ahí difunto su pellejo…

Me pongo torpe y se me van a la cresta casi todos los recursos literarios. Por que salen esas palabras simples, desnudas, dolidas, perdidas, Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa. no quiero ver no puedo ver!... ver morir el amor. preferiría ser de piedra, estar oscura, a soportar el asco de ablandarme por dentro, de sentirme tan débil, sonreír a diestra y siniestra con tal de aparentar. no tengo otra salida que estar aquí diciendo la verdad en mitad de la noche y hacia todos los vientos: la verdad de estar muerta, únicamente muerta, con los pies en la tierra. el esqueleto libre en este mundo y el alma atrapada en un recuerdo. Me qeman los oídos no escucharte!, qé he sacado con eso de saltar hasta el sol con sustancias falsas q se desvanecerán a la velocidad del pensamiento?, fuck! qué sacamos con volar más allá del infinito si sigo muriendo en cada intento sin esperanza alguna de vivir fuera del tiempo oscuro? No quiero olvidar, me rehúso a la idea de suprimir todos aquellos capítulos de antaño. Pero necesito, que cada vez que recuerde y escuche aquellas canciones, no sean éstas, la que inunden mis ojos de amargos sentimientos. No. No me resigno a la idea de tener capítulos sellados con candado. Es la hora de enfrentarlos todos. Y si para ello, debo reconocer lo mucho que me duelen ciertos pasajes, lo haré. Y lo reconozco, una y mil veces. Me duele y mucho. Y podría llorar amaneceres completos. . Estoy casi en el suelo. Sentada y esperando tranquilizarme
Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada. Pero respiro, y como, y hasta duermo pensando que me faltan unos diez o veinte años para olvidar o para irme de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento allá abajo.
No lloro, no me lloro, te lloro, te vivo, te siento. Todo ha de ser así como ha de ser, pero no puedo ver besos y versos pasar, pasar, pasar, pasar, pasar! cada minuto llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver todavía lo que ya no me pertenece pasar inmune a mis gritos. toco esta rosa, beso sus pétalos, ya no adoro la vida, no me canso de amarle: me alimento de abrir el mundo. Pero todo es inútil, porque yo misma soy una cabeza inútil lista para cortar, porqe no entiendo qué es eso de esperar otro mundo de este mundo. Me hablan del Dios o me hablan de la historia. Me río de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre que me devora, el hambre de vivir como el sol en la gracia del aire, eternamente.
En 30 o 40 años más (si es q los soporto) voy a cruzar el charco justo después de marcar tus siete dígitos, voy a llegar hasta allí y a decirte que te echo de menos hasta cuando estoy en Madrid. A contarte que ojalá estos últimos años no hubieran difuminado las madrugadas de películas en el computador, cuando el tiempo no corría en nuestra contra y el espacio era para compartirlo, no para separarnos.
Voy a nadar hasta la puerta de tu casa porque necesito que me oigas cantándote el feliz cumpleaños porque en los últimos cuarenta años me he perdido ese momento y ya está bien de tanta distancia, de tantos kilómetros que sólo me vacían el corazón.
Voy a llegar hasta allí y darte el abrazo con el que no pude despedirme, a contarte que siento haber aprendido a estar sin ti, porque es un lujo que nunca debí permitirme y que hoy por hoy sólo quiero que seas feliz, pero a ser posible un poco más cerca de mi.
Voy a decirte que sigo guardando las llaves del lugar en el que un día iluminamos el mundo, q dispongo de todo tiempo para regalarte las ganas que me quedan de prender nuestras vida y volver, volver, volver… volver a estar radiantes otra vez.
Regresa aunque sea para despedirte, no dejes que muera sin decirte adiós.

martes, 1 de marzo de 2011

El horror de la situación

caminamos como fantasmas; ninguno de nuestros actos es fruto de una voluntad deliberada. Todos nuestros gestos tienen algo brusco e inarmónico. No prestamos ninguna atención a las cosas, no nos conmueve la textura del papel ni el frescor de un vaso, y nos cruzamos como fantasmas de caras machacadas cuyo esqueleto torcido cruje bajo la carne. Estamos escuálidos, deformados, pudriéndonos. Vestimos sin elegancia harapos absurdos. Y pensamos. Pero no , las imágenes dan vueltas en nuestra cabeza, los RECUERDOS, las ideas fijas. Si aún suponemos qe pretendemos ser felices, nuestra felicidad es la del gusano q se revuelca en un fango espeso. A veces, en la noche de nuestra conciencia, se encienden algunos chispazos, nos sobrecoge un vértigo y nos apresuramos por olvidarlos. NO TENEMOS AMOR O RESPETO POR LA TIERRA ni por el cielo, utilizamos las cosas sin ver qe las maltratamos. Entramos en un restorán y miramos comer a los hombres y mujeres q rugirían si por un momento se les denegase la conciencia. Los tenedores y las cucharas suben hacia las bocas qe se abren maquinalmente. saben al menos lo qe tragan?
Ora a una hoja,
Ora a una raíz,
Ora a un químico
Ora a un trozo de animal muerto.
Basta con q sea “bueno”, y ni siquiera eso; q sea comestible, carne descompuesta cocida y recocida en aceites añejos penetran en el estomago. Qe aqel qe pretenda acceder a la conciencia astral tenga al menos el pudor de no engullir su plato como un animal. En ese momento quizás yo podría creerle-
Al menos al principio, el trabajo interno tiene como meta permitirnos escapar de este estado de hipnosis. Cuando sé qe aquí y ahora, yo soy Yo, no puedo mantener por más tiempo malas relaciones con las cosas. Existen otros menos accesibles que sólo un conocimiento “eseral” y no intelectual del sistema puede permitirnos concebir

Cerré mis ojos y se abrió el mundo